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El capital aborrece el riesgo, y lo mismo puede decirse de la propiedad. Por eso los inmigrantes, un colectivo que aporta ya un tercio de la demanda de alquiler en Barcelona, está entre los menos deseados por los caseros. La realidad, no obstante, desmiente los tópicos y los inmigrantes están entre los inquilinos más solventes.
Ni estudiantes ni inmigrantes. Ésta es la condición no escrita que muchos propietarios de pisos exponen a las agencias inmobiliarias, aunque a menudo en vano. Los inmigrantes, tanto de la UE como de otros países, firman ya un 29% de los contratos de alquiler que se formalizan en Barcelona, según los datos recabados por la inmobiliaria Forcadell, y un 33% en el conjunto de España, según la inmobiliaria Expofinques. Aun así, pese a que la realidad lo desmienta, los tópicos se mantienen y son sospechosamente parecidos pese a la diversa procedencia de estos nuevos ciudadanos. He aquí los más frecuentes: bailan hasta altas horas de la madrugada; ponen la radio a todo volumen; se pelean con frecuencia; cargan grandes muebles en el ascensor hasta que lo rompen cuando no se agolpan hasta ocho personas en su interior; dejan los pisos en mal estado y se niegan a pagar las reparaciones: se hacinan en un número muy superior a las capacidades de la vivienda, pagan tarde y mal...
Es tanta la abundancia de prejuicios que no sorprende que haya inmobiliarias que -sin admitirlo en público- cierren sus puertas a los inmigrantes, Según una encuesta realizada por SOS Racismo en Bilbao, el 80% de las inmobiliarias declararon "no tener ningún piso disponible" cuando un inmigrante solicitaba información. Horas después los ofrecían cuando se interesaba por alquilar un cliente autóctono.
Fuentes de Expofinques señalaron que "no les consta" que los propietarios se nieguen a alquilar a inmigrantes, aunque reconocen reticencias en caso de que el inquilino no tenga una relación laboral estable o ingresos recurrentes. La inmobiliaria reconoce que el principal problema es "que muchos inmigrantes suelen establecer subarriendos, lo que provoca un deterioro de los inmuebles o problemas con la comunidad de propietarios por la densidad de personas que acaban viviendo en el piso".
Las reticencias de los propietarios respecto a mayores tasas de impago de los inmigrantes no son corroboradas en medios financieros. Según datos de Banesto, referidos a hipotecas, la tasa de morosidad de sus clientes inmigrantes es del 0,20%, ligeramente inferior a la morosidad de sus clientes autóctonos, que es del 0,21%. Inés Escrich, responsable de ayudas de Cáritas, señala: "Ayudamos a inmigrantes que tienen problemas para pagar el alquiler y, sobre todo, la habitación que tienen subarrendada. No es gente que tenga voluntad de no pagar, sino que siempre ha pagado bien y en un momento dado no pueden afrontar los pagos porque han tenido problemas con su trabajo". Según sus datos, además, superado el bache aislado, "estos inmigrantes salen adelante y perdemos el contacto con ellos".
El subarriendo, y los problemas subsiguientes de hacinamiento, son en cambio, una realidad minoritaria pero cotidiana de las viviendas de inmigrantes. "Se juntan varias personas para afrontar el alquiler o la hipoteca y los gastos", señalan las inmobiliarias. Además, en el caso de los inmigrantes sin papeles, la falta de contrato de trabajo y de nóminas les impide de hecho suscribir un contrato de alquiler y mucho menos una hipoteca, por lo que se ven abocados a alquilar, también sin papeles, una habitación. Según los datos del Ministerio de Asuntos Sociales, un 47% de los inmigrantes extracomunitarios que residen en España vive en situación de subarriendo, mientras un 30% vive en una vivienda propia de alquiler y un 13% que han logrado comprar una vivienda. Por ello, señala el informe Inmigración y vivienda del ministerio, en los pisos de inmigrantes conviven de media cinco personas que forman parte de tres hogares diferentes. El caso más extremo de la sobreocupación son los pisos patera, con once o más ocupantes (en Barcelona hya 741 de estos pisos, según el Ayuntamiento, sobre todo situados en Sants-Montjuïc, Eixample y Ciutat Vella), y las camas calientes, en las que hay turnos para dormir, situación en la que según el ministerio viven en España 12.000 personas, apenas el 0,4% del colectivo inmigrante.
Para quienes logran alquilar un piso los requisitos pueden ser draconianos. Según Expofinques, las fianzas se suelen situar en 2 o 3 meses de alquiler, pero los propietarios exigen garantías adicionales como avales bancarios o seguros de impago. Inés Escrich, de Cáritas, cuenta: "Nos encontramos con personas a las que les piden pagar hasta nueve meses de alquiler por adelantado, o bien depositar un aval bancario por este importe". Otra garantía que se exige más frecuentemente a los extranjeros es obligarles a aceptar un arbitraje. Según AEGI, una firma que comercializa un contrato de arbitraje bajo la marca Programa de Fomento del Alquiler Garantizado, los inmigrantes han suscrito un 40% de los contratos de arbitraje que ha comercializado desde su lanzamiento, en otoño del 2006.
Tras lograr un alquiler independiente, los inmigrantes, como los nacionales, aspiran a tener un piso en propiedad, y ya compran un 11% de los pisos que se venden en España. Según Santiago F., un boliviano que lleva cuatro años en España: "Cada vez son menos los españoles que quieren alquilar a inmigrantes, y los precios son muy altos. Mi consejo es: si tienes trabajo y una nómina... no alquiles, compra. Encontrarás menos discriminación y seguramente más posibilidades para elegir".
Fuente: La Vanguardia
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